Commissioned by Brighton Festival, The Art of Not Looking Back is a piece by Hofesh inspired by, and made for, the world-class female dancers of the Hofesh Shechter Company. Physical, complex and unrelenting Hofeshs favoured theme of man against the world is presented in a different and entrancing light.
Performed by Hofesh Shechter Company Choreography and Music by Hofesh Shechter Lighting Design by Lee Curran Costume Design by Becs Andrews Additional music included Excerpt from Litany IV from Six Litanies For Heliogabalus composed by John Zorn, performed by Mike Patton, solo voice used with the kind permission of Tzadik recordings.
The Art of Not Looking Back premiered at Brighton Festival 2009.
The starting point of research for the visual concept of “Earth” was Anthropocene – a contested new geological epoch marked by major human impact on the planet’s environment. Our set design addresses the topic of anthropogenic climate change by engaging some of its key tropes; increased atmospheric CO2, global warming, burnout of fossil fuels, plastic trash and the impending extinction of species. The distinct three phases of the set are aligned in order of apparent succession, starting with the end times and ending in post-human renewal.
Ballet: Nacho Duato Music: Pedro Alcalde, Sergio Caballero, Richie Hawtin, Alva Noto and Mika Vainio Scenography: Numen + Ivana Jonke Costumes: Beate Borrmann
Potente y enérgica, la coreografía de Goecke lleva a los bailarines de la Staatsballet Berlin a un terreno digno de explorar. Con la simulación constante de temblores que recogen una y otra vez todo el cuerpo, los intérpretes logran transmitir un estado de ánimo singular a la par de bello. Goecke, joven aún, se muestra con esta creación maduro y sólido. Capaz de traspasar los límites autoimpuestos de la interpretación, este coreógrafo alemán que ha sido merecedor de importantes premios como el Nijinsky Award en 2006, muestra que mucho más se puede hacer en este terreno.
En cuanto a Herrumbre el coreógrafo trata sobre la tortura, sobre los extremos denigrantes a los que puede llegar un ser humano, hasta perder totalmente la dignidad. Compara al hombre con el hierro, cuando se oxida, cuando el alma se convierte en herrumbre. “Es llamativo cómo nos hemos acostumbrado a vivir con el problema de la tortura, como pasamos por las páginas de los periódicos que reflejan estos actos intolerables con absoluta pasividad, sin detenernos a reflexionar, sin ánimo de lucha. Recuerdo el día en que encontré una fotografía en un diario que me produjo una intensa tristeza. Se trataba de una imagen de Guantánamo en la que se podía observar a un grupo de presidiarios agarrados a una alambrada metálica con las miradas perdidas, sin ninguna intención en sus rostros, absolutamente alienados. Seres humanos convertidos prácticamente en alimañas, como método de protección hacia torturas físicas y psicológicas de todo tipo. La imagen no era especialmente agresiva. Pero sí absolutamente desoladora. Junto a imágenes como ésta podemos encontrar fácilmente anuncios de agencias de viajes donde se nos proponen vacaciones en lujosos hoteles cercanos a los lugares donde se están produciendo estas vejaciones. Es repugnante que hayamos llegado a esto.
Música: Pedro Alcalde / Sergio Caballero (Herrumbre);
David Darling (Dark Wood. Serie de solos para chelo electrónico)
Escenografía: Jaffar Chalabi
Figurines: Nacho Duato
Diseño de luces: Brad Fields
Estrenado por la Compañía Nacional de Danza en el Teatro Liceu (Forum Barcelona 2004) el 2 de agosto de 2004
Hace apenas un par de siglos, los sopranos gozaban de la más alta popularidad. Cantaban ópera por toda Europa, y eran considerados héroes encima de un escenario. Su arte ha sido reconocido en todo el mundo durante cientos de años. El último castrato falleció en el siglo XX, sólo hace unas décadas. La costumbre de la castración tiene su origen antes de Cristo y sus motivos eran muy diferentes. Los egipcios aplicaban la castración como método de castigo, los árabes por motivos religiosos y los turcos para conseguir hombres sin estímulo sexual como guardianes de sus harenes.
Pero en Italia, la castración fue utilizada de un modo completamente distinto. En el siglo I cuando el apóstol San Pablo escribió “Mulier tacet in ecclesia” (“las mujeres permanecerán en silencio cuando se hallen en la Iglesia “) no podía imaginar las consecuencias que provocarían sus palabras siglos más tarde. Los coros sin voces femeninas compuestos de contratenores y niños cantores antes de la pubertad fueron funcionales durante algún tiempo. Sin embargo, según el arte de la composición musical demandaba un rango vocal más extenso, se tornó necesario contar con hombres con voces femeninas, es decir, castrados. De modo que, a mediados del siglo XVI, la práctica de la castración viajó desde Oriente hasta Europa. A comienzos del siglo XVII una nueva forma musical, la ópera, eclosionaba en Italia. Para los castrati ofrecía muchas oportunidades por una sencilla razón: las mujeres no podían participar. De modo que, desde que en 1637 se inauguró el primer teatro público en Venecia y hasta mediados del siglo XVIII, los castrati dominaron la ópera y se convirtieron en insustituibles. La castración facilitaba una capacidad vocal extraordinaria y un peculiar color en la voz, lo que se tradujo en una gran demanda de castrati que además estaban muy bien pagados. Por toda Italia proliferaban Escuelas de Canto dedicadas a llevar el arte del belcanto a su más alta cota. La educación de un castrato significaba la estancia del orden de seis a ocho años en tales escuelas. A parte de las escuelas también existían los tutores privados. Castrati – (Ital. Castrato) Cantantes masculinos castrados antes de la pubertad con el fin de preservar su voz de soprano o contralto. Así, se mantiene el timbre infantil intacto, permitiendo, gracias al desarrollo normal de los pulmones, emitir una voz de soprano de forma inusitada. Eran mucho más comunes dentro de las instituciones eclesiásticas, donde las mujeres tenían prohibido cantar o en los teatros durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Gozaban de gran prestigio en su época.
Música: Antonio Vivaldi (Nisi Dominus RV 608; Stabat Mater RV 621; Salve Regina RV 616; Concerto RV 439 “La notte”), Karl Jenkins (Palladio)
Escenografía: Jaffar Chalabi
Figurines: Francis Montesinos
Diseño de luces: Brad Fields
Estrenado por la Compañía Nacional de Danza en el Palacio de Festivales de Cantabria de Santander el 5 de abril de 2002.